sábado, 9 de marzo de 2013

Ahora siempre estoy azul.


La primera vez que la vi soñé que nuestras manos se tocarían en el kilómetro cero de su boca, soñé que algún día, besaría cada centímetro de su espalda, y al terminar, pensaría que era lo más bonito que había visto en mi vida.

La primera vez que la vi olvidé cómo respirar, sentí como me robaba el aliento, y el corazón.

La primera vez que me dijo su nombre, grabé aquellas cinco letras para siempre en cada rincón de mi memoria.

La primera vez que me cogió la mano sentí electrizarse todos y cada uno de los pliegues de mi piel, podía escucharlos crujir al contacto con la suya.

La primera vez que me besó hizo desaparecer el mundo.

La última vez que la vi, aún tenía aquella sonrisa de la que aún no he hablado, aún estamos en deuda, aún no le he perdonado que se fuera.

domingo, 17 de febrero de 2013

Now I am under.

Esta noche me he dado cuenta de porqué ciertas relaciones no funcionan, y, lo más importante, la razón por la que nos empeñamos en que funcionen sin cesar.

A veces conocemos a alguien, que resulta convertirse en un amigo, en un apoyo, en una persona con la que adquieres esa confianza, ese 'estar tranquilo', que se dice.
Pero un día, se traspasa la barrera. Un día esa persona, sigue siendo tu amigo, pero de otra forma, con otra forma, lo dibujarías de otra manera sobre un papel, a veces, incluso el papel cambiaría.

Y es porque has invadido la intimidad de esa persona; por muy amigos que seamos hay intimidades que son solo de uno mismo, y de esa persona con la que comparte los diez centímetros de rigor que hay que traspasar para besarse. Y los has sobrepasado, y ahora has invadido su intimidad, y esa persona la tuya. Por tanto, ya no podrás explicarle cómo te sientes cuando alguien invade tu intimidad, tus diez centímetros, porque ya sabe lo que es, ya sabe cómo se sienten tus diez centímetros, y todo lo que hay detrás.

sábado, 26 de enero de 2013

Take it off

Pero ya no tengo ganas de sufrir más. Ya no. No.

Te preguntarás si lo de sufrir va por ganas, y si de verdad es evitable. Pues bien, sí. Lo es, es tan evitable como cualquier otro obstáculo que puedas encontrarte en los rincones que esconde la vida. Sentir dolor es inevitable, imperceptible, indestructible, me temo. Pero sufrir por ese dolor es una de tantas opciones, una de tantas decisiones. Y yo he elegido que no.

He dicho que no. Y no, esta vez, es no. Hay millones de razones por las que ese "no" es "no" y no un "sí". Pero no creo que sea necesario recordártelas todas ahora, tampoco quiero, ciertamente.

Es que una empieza a estar cansada hasta de sí misma, una empieza a cansarse de todo, hasta del aire. Incluso de ti.

Por eso, he decidido que no voy a sufrir más, y si quieres, te lo explico.

lunes, 7 de enero de 2013

Pensar en las cicatrices que no se van.

Pensarlo. Pensar que en noches como éstas, ni eres tú, ni soy yo. Pensar que en noches como ésta, no sé si te quiero como debería, ni sé si debería quererte. Ni sé si te quiero, si me apuras. Compartir los detalles, compartir la parte de mi que más me gusta, la que más importa. Cosas que no puedo hacer, cosas que no quieres que haga. Yo soy la chica poco usual, la inusual, la diferente, la extraña para todos- a veces, para mí misma también-. Soy la otra chica, la otra mujer. La que no llegarías a conocer aunque lo intentaras, aunque te lo propusieras con todas tus fuerzas. Soy la que no pide sonrisas cuando las necesita, la que no las quiere cuando las recibe. Soy esa que ves pasar, pero ya se ha ido. Soy una de tantas, una de muchas.

martes, 25 de diciembre de 2012

Jóvenes amando. Jóvenes suicidas.

Podían contarse las horas que habíamos pasado juntas, y me dolían las manos por todas las caricias que no iba a poder darte, me quemaba el corazón por no poder quererte, aquí, ahora, indefinidamente, suspendida en el tiempo. Me dolía cada yema de mis dedos porque no iba a tocar tu piel, me dolían los ojos, porque no iba a poder mirarte, y me dolían los labios, porque debía guardarme todos esos besos que no podía prestarte. Prestarte, sí. Porque tengo la intención de que me los devuelvas, una y otra vez, indefinidamente.

domingo, 2 de diciembre de 2012

¿Tenemos razón?

¿Y qué más da si ya no sabemos medir las palabras?

Eso. Qué más da. Hace mucho tiempo que la prisa ha sustituido a la paciencia, que la paciencia ya no se ve, ya apenas existe. Que se ha vuelto mucho más fácil gritar, exigir y juzgar, que respetar, comprender y escuchar. No sé si podréis entender algo de lo que digo, o estáis también en el otro lado. En el lado en el que no se comprende, ni se entiende, que al final somos personas, nada más. No hay nadie mejor que nadie, no hay nadie peor que nadie. No sé si podréis comprenderlo. No sé si lo sentiréis igual que yo. No sé si a vosotros también se os encoge el corazón cada vez que presenciáis una injusticia. No sé, si os ocurre lo mismo que a mi, y el verbo merecer cada vez os merece menos aprecio -dicho sea-, porque para mi no tiene ningún valor, es más, creo que si no existiera muchos de nosotros seríamos más felices.


El caso es, que ahora nadie lucha por nada, no, porque se "merecen" más. ¿Por qué? Yo también me lo pregunto. Qué hace que ellos se merezcan más que el otro lado de la disputa. ¿Es que acaso, alguien ha nacido con un valor predeterminado? ¿Hay alguien en este mundo que se merezca conseguir todo aquello que le haga feliz y otros no? ¿Nos hemos vuelto locos? Quizá los millones de personas que viven en la más absoluta miseria no se merecen unas mejores condiciones de vida. ¿Creéis que ellos no piensan que lo merecen? Claro. Claro que se lo merecen. Más que nosotros. Que teniendo todo, estamos desaprendiendo a valorar nada. Nada, ¿lo sabéis? Lo más triste es saberlo, quizá. Lo más triste es saber que lo sabes, y ver toda la gente que también lo sabe y está completamente pasiva ante lo que le rodea.

Así que ya sabéis, os "merecéis ser felices", pero, de la misma forma que los otros quinientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve millones de personas que hay en el mundo, exactamente de la misma forma.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Vamos a andar por los cables.

Hoy me planteo algo. Cuando quieres a alguien, ¿qué es lo correcto? Quizá utilizar una palabra tan ambigua como "correcto" no es propiamente "correcto", desde luego. Con "correcto" pretendo explicar lo mejor, para todos o sólo para uno, para dos, lo más adecuado, lo ética o moralmente aceptado, quizá.

¿Qué es lo correcto, tratar de comprender incondicionalmente a la otra persona, o por el contrario, llegar al punto de definir una situación como "injusta"?


Se define la asertividad como la capacidad de comprender y ponerse en la piel de otro a la vez que se defienden los derechos propios desde la posición más comprensiva, lo correcto, quizá, sería esto.
Pero, sigo preguntándome lo mismo. Deberíamos entender o intentar entender a la otra persona cuando hace, dice o piensa cosas que no llegamos a comprender verdaderamente, deberíamos esforzarnos en mejorar. O quizá deberíamos hacernos valer a veces, que nos tengan en cuenta, que sepan de verdad la opinión, no tener miedo a decir la verdad.


¿Qué es lo correcto, no hacer preguntas, no expresar el enfado, el miedo, la angustia? No puedo creer que sea así, verdaderamente. No creo que pueda ser de esa forma.


Anoche comprendí, que hay amores que llegan y se quedan en tan sólo cinco minutos, en cinco minutos sabes que estás enamorado, que quieres quedarte en esos cinco minutos eternamente. Pero hay otra clase de amores, los de "para toda la vida", los que en cinco minutos sólo sabes que quieres otros cinco minutos más, y otros cinco, y otros cinco... Y en cada metafórico período de cinco minutos que bien podrían ser años, se conoce a la otra persona, se aprende a querer a esa persona -porque, no sé si lo sabes, nunca se quiere igual dos veces-, se aprende a compartir con esa persona.

"Lo habitual, lo normal, ser ciudad, tendré que reinventar, reinventar, mi ciudad"